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UNA MÁSCARA DE DISFRAZ

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Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones (Jeremías 1:5).

A las asociaciones estudiantiles les encanta organizar cenas de gala con máscaras para que sus amigos asistan con vestidos de gala y trajes con corbata. Los alumnos traen máscaras que sostienen con un palito, y de vez en cuando las usan sobre el rostro para sacarse fotos con sus compañeros. Las máscaras suman elegancia al evento, pero nadie pasa realmente desapercibido. Todos los ojos se logran ver. 

 

Las máscaras también aparecen en las artes, incluyendo la literatura. Paul Lawrence Dunbar escribió un poema titulado “Usamos la máscara”, y allí explica que todos esconden sus heridas tras sonrisas. Nadie quiere que los demás vean cada error que han cometido o cada herida que han experimentado. Cuando un conocido me pregunta cómo estoy, le respondo: “Bien. ¿Y tú?” No se me ocurriría describir cada una de mis inseguridades a un desconocido en una tienda comercial. Me gusta guardarme esos pensamientos y quizá hablar sobre ellos con un amigo cercano. En la tienda, es hora de la máscara. Muchas personas se sienten así. 

 

Pero como una máscara de disfraz, nuestras máscaras personales no nos cubren por completo. Incluso si podemos hacer que nuestros conocidos, profesores, amigos, familiares y pastores piensen que tenemos todo bajo control, Jesús verá qué nos está sucediendo en verdad. Él sabe cuando estamos dolidos y cuando nos preocupamos. Él entiende cuando nos sentimos inseguros y dubitativos. Puede ayudarnos cuando nos sentimos amargados y enojados. Puede ver a través de todas las máscaras, al interior: a la persona por la cual murió. 

 

Si te sientes cansado de usar la máscara, conversa un poco con Jesús. Él te puede ayudar a lidiar con cualquier cosa, y nunca te dejará.

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