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UNA TOALLA

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Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos (Apocalipsis 7:17).

Cuando acepté casarme con Dustin, no se me cruzó por la mente salir de compras. Sin embargo, cuando llegó el momento de registrarnos para los regalos de casamiento, me di cuenta de que el compromiso había tenido más beneficios de los que pensaba. 

 

Dustin y yo nos divertimos un montón recorriendo tiendas y marcando con nuestro escáner platos, portarretratos y valijas. Nos imaginamos nuestro futuro hogar y la vida que tendríamos, y luego apuntamos con el escáner cualquier cosa que encajara en esa imagen mental. Desafortunadamente, cuando comenzamos a buscar las toallas perfectas, no sabíamos cómo elegir. Generalmente, yo juzgo una toalla por la forma en que seca mi piel después de ducharme. Ese es su propósito, después de todo. Pero allí, de pie, en una tienda completamente seca, no tenía cómo evaluar sus capacidades de secado. Ni siquiera sabía cómo se sentiría el material cuando estuviera mojado. Tuve que tomar una decisión en base a lo que podía ver, lo que podía sentir y lo que decía la etiqueta. Confié en que cuando nos lleváramos las toallas a casa, secarían tan bien como aseguraban. 

 

Pero hay algo más importante: tenemos que confiar en que Dios mantendrá su promesa de secar nuestras lágrimas. El libro de Apocalipsis dice más de una vez que él “enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apoc. 7:17; 21:4). Lo hemos visto obrar en nuestra vida. Podemos sentirlo en el corazón. Leímos lo que dice la Biblia sobre él. Incluso aunque quisiéramos tener más pruebas, podemos confiar en que Dios mantendrá sus promesas de secar cada lágrima. Nunca más tendremos razones para llorar. En lugar de eso, cantaremos con los ángeles y alabaremos el nombre de Dios.

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