|
Mis padres me introdujeron al mundo de los juegos de computadora cuando compramos nuestra primera computadora en 1997. Tenía dos juegos favoritos: Kristi Yamaguchi y Need4Speed. El juego de Kristi Yamaguchi me permitía escribir rutinas para una patinadora de hielo animada; pero cuando jugaba Need4Speed, podía usar la palanca de mando (el joystick) para conducir un carrito de carreras a máxima velocidad.
Controlar la palanca de mando no me resultó lo más natural, pero con el tiempo fui aprendiendo. Cada leve movimiento con la palanca de mando se traducía en una acción en el juego. Podía acelerar, frenar y girar con un movimiento de muñeca. Tenía el control absoluto, ¡y me encantaba!
Una palanca de mando nos da control sobre las acciones en varios juegos de computadora y videojuegos, pero también tenemos control sobre nuestras emociones y acciones en la vida real. Nadie puede decidir eso por nosotros. Elegimos si enfrentaremos el día con alegría o deprimidos; nadie nos obliga a estar enojados. Elegimos si estudiaremos para el examen o pasaremos un rato con nuestros amigos; nadie nos obliga a que nos vaya mal. Cada uno hace su parte y tiene sus propias responsabilidades.
Pablo escribió en su carta a los gálatas: “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse solo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga” (Gál. 6:4, 5). Nadie más tiene que llevarse la culpa por nuestro día negativo; y tampoco pueden llevarse el crédito por nuestro éxito. Seamos responsables por nuestras propias emociones, acciones, fracasos y triunfos. Con la ayuda de Dios, todos tenemos el poder de cambiar esas cosas hoy.