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UNA ETIQUETA DE PRECIO

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Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella (Génesis 3:6).

Por más que detesto las multitudes del Viernes Negro (Black Friday), me encantan los precios del Viernes Negro. Cuando tengo que comprar algún aparato electrónico grande, suelo esperar a noviembre para obtener el mejor descuento. Nada puede disminuir la emoción por una compra nueva como una cuenta bancaria vacía. Ya sea que compre pizza en la tienda de comestibles o un vestido de novia en un negocio especializado, siempre miro la etiqueta de precio. El costo me dirá si vale la pena o no. 

 

A muchos no se nos cruza por la mente comprar algo sin mirar el precio, pero cada decisión tiene un costo, sea monetario o no. Las palabras que les decimos a nuestros amigos, la comida que ingerimos, el esfuerzo con el que hacemos una tarea… todo tiene consecuencias con las que tendremos que lidiar. En lugar de correr a ciegas, tomando decisiones descuidadamente, debemos tener en mente los resultados. 

 

Adán y Eva podrían haber pensado un poco más en las consecuencias cuando se enfrentaron al árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero la fruta se veía bien, y todo parecía estar bien, así que ignoraron la advertencia de Dios y tuvieron que lidiar con las terribles consecuencias durante el resto de la vida. Todavía vemos las consecuencias de esa decisión en cada muerte que ocurre hoy. Las decisiones importan. Desde las compras del Viernes Negro a las solicitudes de ingreso a la universidad, todo lo que hagas tendrá algún tipo de consecuencia. Para tomar las mejores decisiones posibles, debemos pedir a Dios que nos guíe cada día. Él sabe todo sobre las consecuencias; pagó el precio más caro del universo.

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