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El 28 de mayo de 1981, una niña que caminaba por el patio de una iglesia de un pueblo situado muy lejos de la ciudad de Manchester, Inglaterra, vio caer ante ella una moneda de cincuenta peniques (media libra esterlina). Ese mismo día, otros niños encontraron en el mismo lugar muchas monedas caídas del cielo, por valor de varias libras esterlinas. Las investigaciones realizadas eliminaron la posibilidad de que hubieran sido lanzadas por algún bromista del vecindario, porque las murallas que rodean a la iglesia son demasiado altas para permitirlo. Su origen permanece desconocido. Este mismo fenómeno inexplicable ha ocurrido en otros lugares.
Dios promete abrir «las ventanas de los cielos» y derramar bendición sobre sus hijos. Así lo dijo al profeta Malaquías: «Traigan su diezmo al tesoro del templo, y así habrá alimentos en mi casa. Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición» (3: 10). ¿Qué significa esta promesa? ¿Acaso Dios nos enviará dinero desde el cielo como a los niños de la iglesia inglesa?
No necesariamente. Las bendiciones de Dios no se limitan a lo material. Él puede abrirnos las ventanas del cielo de muchas maneras: dándonos salud, paz, sabiduría, protección, consuelo, amor y todo lo que necesitamos para vivir una vida plena y feliz. La Biblia dice que «todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo» (Santiago 1: 17).
Pero hay una condición para recibir estas bendiciones: debemos ser fieles a Dios en nuestros diezmos y ofrendas. El diezmo es el diez por ciento de nuestros ingresos que Dios reclama como suyo. La ofrenda es lo que damos voluntariamente conforme a las bendiciones recibidas. Al devolver a Dios lo que le corresponde, le demostramos nuestro amor, nuestra gratitud y nuestra confianza en él, y promovemos el avance de su obra.
¿Estás dispuesto a ser fiel en tus diezmos y ofrendas? Si lo haces, verás cómo él abrirá «las ventanas del cielo» y te bendecirá abundantemente. No te arrepentirás de ser generoso con Dios, porque él es mucho más generoso contigo.