|
En Touraine, Francia, había un antiguo castaño que había sobrevivido durante trescientos años. Sin embargo, su tronco estaba hueco y sus ramas debilitadas, lo que lo hacía vulnerable a los vientos huracanados que azotaban la zona. Una noche, una violenta tormenta arrasó con todas las ramas del árbol, dejando solo un tronco desnudo apuntando hacia el cielo, rodeado por los restos de las ramas caídas. La gente local creyó que no había más remedio que talar el árbol. Cuando llegó el momento, los aldeanos de Touraine se acercaron al lugar, mientras varios hombres se disponían a hacer el trabajo con hachas y sierras. Sin embargo, alguien señaló una pequeña ramita que había sobrevivido a la tormenta y pidió a los demás que esperaran antes de cortar el árbol.
Los hombres accedieron y se limitaron a quitar los restos de las ramas caídas y a rellenar el interior del árbol con cemento. A la primavera siguiente, los aldeanos comprobaron que la ramita había crecido y se había fortalecido. Otros brotes surgieron en la base de las ramas que habían sido arrancadas por el viento. Los aldeanos cuidaron el árbol, eliminando solo las ramas débiles para no restar fuerza a las más fuertes. Con el tiempo, estas ramas crecieron y se hicieron fuertes, dando lugar a una frondosa copa de ramas verdes y vigorosas. Los aldeanos volvieron a disfrutar de las deliciosas castañas del castaño y a reunirse bajo su sombra reconfortante. Todos se alegraron de haber conservado la ramita, que simbolizaba la esperanza y la renovación.
Nunca es tarde para renovarse y volver a florecer. Así como el viejo castaño pudo recuperar su belleza y su fruto, nosotros también debemos renovarnos espiritualmente y producir los frutos del Espíritu. Aunque enfrentamos tentaciones y distracciones, Dios nos ha dado su Espíritu Santo, su Palabra y su iglesia para ayudarnos a crecer en la fe y el amor.
No dejes que las tormentas de la vida te quiten el gozo y la esperanza. Dios hace «nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21: 5). Experimenta su presencia cada día, aliméntate con su Palabra y comparte su amor con los demás. Así podrás dar fruto en toda buena obra y glorificar a tu Padre celestial.