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Un comentarista sugiere que este pasaje se refiere a la práctica de los orientales antiguos de guardar oro y plata en vasos de arcilla. Pablo deseaba que sus lectores lo consideraran corno, un frágil vaso de arcilla que hoy se usa y tal vez mañana se rompe; pero deseaba que todos considerasen el evangelio de Cristo corno, un tesoro valioso que perduraría para siempre.
El obispo Gerald Kennedy hace el siguiente comentario: «Nuestra naturaleza está determinada por quién y qué servimos. Si llevamos la marca del Rey, somos distinguidos como criaturas que llevan el tesoro eterno dentro de vasijas de barro. Hace unos años, aprendí esta lección a través de un anciano obispo de nuestra iglesia.
Después de servir en África por varios años, regresó a su país y asistió a las reuniones de nuestro concilio. Vacilaba un poco al hablar, y en sus palabras no había nada de drama ni de entusiasmo. Después de eso yo mismo fui a África y allí se me abrieron los ojos. Me enteré de que años atrás, ese misionero y su esposa habían abierto paso por la selva del Congo. Fui a pequeñas aldeas donde un anciano o una anciana me preguntaban por medio de un traductor si conocía al obispo Springer. Y luego me contaban cómo el doctor Springer había visitado sus aldeas años atrás para contarles la historia de su Maestro. Comprendí que ese hombre había realizado grandes hazañas y que estaba lleno de luz porque había dedicado su vida al servicio de Cristo. Verdaderamente, era un tesoro en una vasija de barro» (Fresh Every Morning, pp. 57, 58).
¿Qué tesoro llevas dentro de ti? ¿Qué mensaje de esperanza y amor quieres compartir con el mundo? Dios te ha elegido para ser un instrumento en sus manos, y su poder se manifiesta en tu debilidad (ver 2 Corintios 12: 9). No te desanimes por las dificultades o los fracasos, sino confía en que Dios te sostiene y te guía. Eres un vaso de barro, pero dentro de ti brilla la luz de Cristo. Que esa luz ilumine tu camino y el de los que te rodean.