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«En Nueva York existe actualmente un hogar para niños fundado por un hombre de negocios. Sus padres murieron antes de que él cumpliera los catorce años, dejándolo sin amigos y sin dinero. Se trasladó de Vermont a Boston en busca de trabajo. Finalmente, encontró empleo en una tienda donde ganaba cinco dólares a la semana, justo lo que pagaba por alojamiento y comida. En cierta ocasión, su empleador lo miró y le dijo: "Mira, Harry, vas a tener que hacer algo con tu ropa. Tiene las mangas rotas y se te ven los codos". El muchacho sacó una moneda de cinco centavos de su bolsillo. "He guardado esto desde que comencé a trabajar —le dijo—. Es todo lo que tengo. No me atrevo a gastarlo".
» Su empleador se alejó sin decir una sola palabra, y el muchacho pensó que le había comprendido y que le manifestaba compasión. Sin embargo, el sábado siguiente, al recibir su sobre con el salario semanal, descubrió un papelito azul en su interior. Confundido, preguntó a la dueña de la pensión el significado de aquel papel. "Significa que te ha despedido, y a partir de este momento quiero que pagues la pensión por adelantado o te vas", le dijo. Era una noche fría de enero en Nueva Inglaterra y el parque parecía ser el único lugar al que podía acudir. Durante la noche, despertó unas treinta o cuarenta veces y en cada una de ellas formuló una promesa de que, si Dios le protegía, dedicaría su vida a los niños sin hogar» (McCartney, You Can Conquer, pp. 120-121).
El joven empezó a ahorrar de inmediato para cumplir su promesa. Con el tiempo, se convirtió en un próspero hombre de negocios y, al compartir su historia con el doctor McCartney, ya había dedicado cincuenta y un años de su vida a proporcionar refugio y estímulo a cuarenta y seis mil muchachos sin hogar.
Y tú, ¿qué puedes hacer para mostrar a aquellos que sufren un poco de la gracia de Dios? Además, ¿cómo puedes mostrar compasión y gratitud a Dios por su cuidado en tu favor? Dios nos ayuda, ayudemos a otros.