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PIEDRAS PULIDAS

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«Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito» (Romanos 8: 28).

Cierta vez mi abuelo nos regaló un pulidor de piedras para Navidad. Era algo asombroso. Solíamos colocar en su interior las piedras menos atractivas que encontrábamos en el lecho de un arroyo, en un sendero, en el bosque o en otro lugar. El pulidor tenía una solución especial y una gran cantidad de arena en su interior. Luego lo hacíamos girar durante varios días y finalmente lo abríamos para sacar las piedras pulidas. Algunas habían sido pulverizadas por la arena, pero las de mejor calidad se veían lustrosas, suaves y tan hermosas como joyas.

 

Mientras observaba el proceso de pulimento de las piedras con arena y solución, noté que era un proceso áspero. En algunas ocasiones, me siento como esas piedras. La vida puede zarandearnos duramente y golpearnos con circunstancias difíciles, lo cual no es nada agradable. Sin embargo, al igual que con el pulidor, el resultado final puede ser hermoso, ya que podemos salir relucientes como gemas valiosas. Los momentos difíciles de la vida pueden suavizar algunas de las aristas de nuestra personalidad y ayudarnos a convertirnos en mejores personas.

 

Cuando siento que la vida me está tratando de forma demasiado áspera, me gusta contemplar algunas de mis hermosas piedras pulidas y agradecer a Dios porque él se preocupa por mí y me considera lo suficientemente valioso como para pulirme. Elena G. de White escribió: «Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio» (Mensajes para los jóvenes, p. 81).

 

¿Qué pruebas o dificultades has enfrentado recientemente que te han ayudado a crecer en tu fe y carácter? A los jóvenes como tú, el apóstol les recuerda: «Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese» (Filipenses 1: 6).

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