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Los doctores no esperaban que Wayne Lindblom sobreviviera. El accidente ocurrió cuando Wayne, de veintisiete años, fue aplastado por una máquina excavadora.
Tenía la piel de la espalda desgarrada, varias costillas rotas, la espina dorsal dañada, el riñón izquierdo partido y el intestino grueso perforado. El bazo y el páncreas estaban seccionados y sangraban profusamente.
«Nunca he visto un caso más grave» , dijo el médico. Para colmo, el riñón sano empezó a fallar, el hígado dejó de funcionar, y se le formó en el estómago una úlcera hemorrágica.
Wayne permaneció en el hospital siete meses. A pesar de que los médicos le daban pocas posibilidades de vida, su esposa siempre mantuvo la fe. La primera vez que vio a Wayne después del accidente, le dijo: «Dios está con nosotros» , y ciertamente Dios los ayudó. Le dio a Wayne el valor de enfrentar el dolor y el deseo de vivir para estar de nuevo con su esposa y su hijito, y les dio sabiduría a los sesenta y cinco médicos que trabajaron para salvarle la vida.
Quizá uno de los factores más importantes en el restablecimiento de Wayne fue su voluntad de vivir, su determinación de someterse a todo lo que los médicos le hicieran, a cooperar en todo lo posible para poder vivir. Pacientes con lesiones menos graves han muerto a pesar de todo lo que se hizo para salvarles la vida, porque no tenían esa voluntad de vivir.
Tú y yo estamos en una situación similar a la de Wayne Lindblom, somos víctimas del pecado. Sin embargo, hay esperanza para nosotros, ya que Cristo, el Médico celestial, puede ayudarnos. Pero necesitamos tener la voluntad de vivir eternamente y tomar la decisión correcta. Debemos elegir la vida en lugar de la muerte y decir: «Sí, Señor, haz lo que sea necesario para que yo viva» . ¿Estás dispuesto a elegir la vida hoy mismo?