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Cierto día de verano, mientras visitaba al anciano de mi iglesia, observé a su perro: un pequeño fox terrier lleno de cicatrices. Había algo en ese animal que hablaba de su valentía. Si los perros tienen carácter, sin duda este lo tenía. Este perro parecía muy seguro de sí mismo.
Entonces el dueño me contó esta historia: «Hace algunos años, cuando nos mudamos a este lugar, este perro fue mordido por una serpiente cascabel y enfermó gravemente. Lo llevé al veterinario, quien hizo todo lo posible por salvarlo. Mientras intentaba curarlo, me dijo: "Si este perro se recupera, será un cobarde o un valiente"» .
Pero el perro demostró ser un valiente. Ese terreno agrícola quedó libre de serpientes cascabel. El perro siempre salía victorioso, ya que a raíz de su primer mordisco se había vuelto inmune al veneno.
La Biblia nos dice que Dios no nos ha dado «un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1: 7, RVC). Él nos anima a temer valor y firmeza, porque él está con nosotros y no nos dejará ni nos abandonará (ver Deuteronomio 31: 6). Él nos promete que si resistimos al diablo, este huirá de nosotros (ver Santiago 4: 7). Y nos asegura que nada podrá separarnos de su amor (ver Romanos 8: 38-39).
Por eso, no debemos temer a las serpientes del mal que quieren destruirnos. Debemos confiar en el poder de Dios que nos hace «más que vencedores» (Romanos 8: 37), y que Cristo ha vencido al mundo y al pecado en la cruz (Juan 16: 33).
Y tú, ¿eres un cobarde o un valiente? Toma hoy la decisión de ser un valiente para Dios. No te rindas ante el enemigo. Alza tu voz y tu mirada hacia el cielo. Fortalece tu fe y tu esperanza en el Señor. Él te dará la victoria y te hará inmune al veneno del mal. Sé un valiente para Dios y verás su gloria.