|
En 1923, nueve de los financieros más prominentes del mundo se reunieron en Chicago. Sin embargo, veinticinco años después, su situación había cambiado drásticamente: el magnate Charles Schwab había vivido con dinero prestado durante cinco años antes de morir en bancarrota; Howard Hobson padecía de una enfermedad mental; Samuel Ínsula había muerto como fugitivo de la justicia y sin un centavo en un país extranjero, además de ser un deudor insolvente; Alfred Fall fue indultado de la cárcel y pudo morir en su hogar; Jesse Livermore se había suicidado; Richard Whitney había sido puesto en libertad de la cárcel de Sing Sing; Ivor Druger y León Frazer también se habían suicidado. ¿Qué lograron estos hombres adinerados y famosos en última instancia?
El pasaje bíblico de hoy nos invita a reflexionar sobre una pregunta fundamental: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?» . Aquellos que no valoran la vida eterna, no solo pierden este mundo, sino también el venidero. Por otro lado, aquellos que ponen su atención en la vida eterna, obtienen ambas cosas. Jesús afirmó: «Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o terrenos, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna» (Mateo 19: 29).
Pensando en esto, Pablo dijo: «Pero todo esto, que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin valor. Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él» (Filipenses 3: 7-8).
Hoy es un buen día para que examines tus prioridades. De forma práctica, ¿cómo equilibras tus metas y ambiciones en esta vida con tu perspectiva de la vida eterna? Por otro lado, ¿cómo podrías ayudar a otros a ver la importancia de valorar la vida eterna por encima de las riquezas materiales?