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Hace algún tiempo, los periódicos informaron sobre un incidente que involucró a un niño de dos años y medio llamado kemal Yon, hijo de un médico. El niño estaba siendo tratado en un hospital por una bronquitis aguda. Desafortunadamente, en el tercer día de su estancia, su pecho se obstruyó por completo, lo que provocó un paro cardíaco repentino. El corazón se detuvo. No había pulso.
De pronto, luego de cinco o siete minutos del paro cardíaco, la circulación sanguínea se restableció lentamente. Sin embargo, el pequeño kemal no podía oír, ni ver, ni tragar. Experimentó convulsiones, espasmos y otros síntomas que indicaban una actividad cerebral mínima. Esta angustiante situación persistió durante un período de diecisiete días. A pesar de ello, nadie abandonó la lucha. La madre y las enfermeras se dedicaron a atender las necesidades del niño.
Un día, el tobillo izquierdo se movió un poquito, mostrando indicios de recuperación gradual. De manera similar, la pierna derecha también comenzó a recuperar su movilidad. Luego el niño comenzó a girar la cabeza en dirección de los sonidos que escuchaba, y al reconocer a su madre, su rostro se iluminó con una sonrisa. Entonces el niño soltó un grito de emoción.
Después de permanecer en el hospital durante treinta y seis días, kemal fue dado de alta. En su hogar, recibió apoyo para aprender a sujetar objetos, sentarse, dar sus primeros pasos y, finalmente, caminar. A medida que kemal celebraba su quinto cumpleaños, su desarrollo y habilidades se habían restablecido por completo, convirtiéndose en un niño totalmente funcional. El asombro ante la aparente recuperación de las células cerebrales previamente dañadas se apoderó de los médicos, quienes comentaban: «Hemos aprendido una valiosa lección: nunca debemos rendirnos» .
Si todos aprendiéramos esa lección, seríamos testigos de resultados significativos en el desarrollo de nuestro carácter, en nuestros avances académicos, en la ganancia de las almas, en el éxito de nuestras empresas comerciales y en la victoria sobre el pecado.
¿Por qué crees que es importante perseverar incluso en medio de circunstancias desalentadoras? Las Escrituras prometen: «Si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos» (Gálatas 6: 9). La perseverancia es la llave que abre las puertas del éxito y nos permite alcanzar nuestros sueños más anhelados.