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El escorpión deseaba cruzar un río y le propuso a la tortuga: «Permíteme subir a tu espalda mientras atravesamos el río» . La tortuga respondió con incredulidad: «¿Estás loco? Si me picas mientras nado, me ahogaré» . El escorpión replicó: «Querida tortuga, si te picara, ambos nos ahogaríamos. ¿Dónde está la lógica en tu suposición?» . Tras reflexionar, la tortuga convencida por el argumento del escorpión, aceptó llevarlo. El escorpión subió al caparazón y [a tortuga se adentró en el agua. A mitad de camino hacia la orilla, el escorpión clavó su aguijón sin piedad. Vencida por el ataque, la tortuga se hundió llevando consigo a su pasajero. Con resignación, se volvió hacia él y le preguntó: «Me dijiste que no era lógico pensar que podrías picarme, entonces ¿por qué lo hiciste?» . El escorpión, casi ahogado, respondió: «No tiene nada que ver con la lógica, esa es mi naturaleza» .
Al igual que el escorpión no pudo cambiar su naturaleza maligna, nosotros tampoco podemos alterar nuestra propia naturaleza pecaminosa. Necesitamos la gracia divina que nos transforme y nos permita renacer. Solo así podremos generar frutos dignos de arrepentimiento y agradar a Dios con nuestras acciones.
La Biblia nos dice que «hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas» (Efesios 2: 10, RVC). Por tanto, debemos ser ejemplo de los creyentes en nuestro modo de hablar y de portarnos, en amor, fe y pureza de vida (ver 1 Timoteo 4: 12). Además, Elena G. de White escribió: «Los que desean ser santos en el cielo, deberán primero ser santos en la tierra; porque cuando dejemos esta tierra llevaremos nuestro carácter con nosotros, y esto significa sencillamente que llevaremos algunas de las características celestiales que nos fueron impartidas en la tierra por la justicia de Cristo» (The Review and Herald, 19 de agosto de 1890).
¿Qué obras realizas hoy que demuestran tu fe en Dios? ¿Estás permitiendo que su Espíritu transforme tu ser a la imagen divina? Que tus acciones revelen que Jesucristo es el Señor de tu vida.