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¿Qué tipo de mensajes recibes o envías a través de tu celular? ¿Has recibido o enviado alguna vez fotos o videos íntimos o provocativos? Si es así, has participa o en una práctica llamada sexting, que consiste en el intercambio de contenido sexual a través de los medios digitales. El sexting puede parecer una forma de diversión, pero en realidad tiene muchos riesgos y consecuencias negativas. Puede afectar tu reputación, tu autoestima, tu seguridad y tu relación con Dios. Por eso debes tener cuidado con lo que haces con tu cuerpo y con tu sexualidad.
Pablo nos aconseja: «Ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual [...] no digan indecencias, ni tonterías, ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios» (Efesios 5: 3-4). El sexting es una forma de inmoralidad sexual, porque implica mostrar o ver partes íntimas que solo deberían ser vistas por el cónyuge.
Alguien podría considerar que el sexting no es tan malo, ya que no implica contacto físico o infidelidad. Pero Jesús dijo: «Cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mateo 5: 28). Así que el sexting es pecado, porque implica desear a alguien que no es nuestro esposo o esposa.
Además, el sexting tiene consecuencias negativas para nosotros y para los demás: puede dañar nuestra reputación, hacernos sentir usados por la persona que nos pidió el contenido y poner en riesgo nuestra seguridad, si el contenido cae en manos de personas malintencionadas, aunque lo más grave es que el sexting afecta nuestra relación con Dios.
Por eso debernos evitar el sexting, no compartir ni recibir contenido sexual, respetar nuestro cuerpo y el de los demás como templos del Espíritu Santo y buscar ayuda de algún consejero y guía espiritual si la necesitamos. Debernos tomar la decisión de vivir para agradar a Dios.
El sexting no es una broma ni una muestra de amor. Es un pecado que ofende a Dios y nos hace darlo a nosotros y a los demás. Por eso, debemos rechazar el sexting y vivir en pureza y santidad. Así podremos disfrutar de la bendición de Dios en nuestra vida y en nuestra futura relación de pareja. ¿Estás dispuesto a hacerlo?