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En un país oriental, una niña estaba siendo examinada para el bautismo. —¿Sabes lo que significa ser bautizada? —preguntó el bondadoso pastor.
— Sí, señor, sé —fue la firme respuesta.
— ¿Te has convertido verdaderamente? —fue la siguiente pregunta.
-¡0h sí! —respondió otra vez con decisión.
— Pero ¿cómo sabes que te has convertido? —insistió el pastor.
— Porque era caprichosa, y ahora no soy —replicó la niña.
— ¿Por qué ya no eres caprichosa? —preguntó el pastor con curiosidad.
— Porque ahora quiero hacer la voluntad de Dios y no la mía —respondió la niña con sinceridad.
Esta sencilla respuesta nos muestra una gran verdad: para ser cristianos, debemos renunciar a nuestros caprichos y deseos egoístas y buscar lo que Dios quiere para nosotros. La Biblia nos dice: «No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto» (Romanos 12: 2).
Pero, ¿cómo podemos conocer la voluntad de Dios? ¿Cómo podemos saber lo que él espera de nosotros? La respuesta está en su Palabra. Allí encontramos la voluntad de Dios revelada al ser humano. La Biblia es como una lámpara que alumbra nuestro camino y nos guía en la verdad (ver Salmo 119: 105). Por eso, es importante leerla, estudiarla y meditar en ella cada día.
Hacer la voluntad de Dios nos hace crecer en nuestra relación con él y con los demás. Nos transforma a la semejanza de Cristo, que es el ejemplo perfecto de obediencia y amor, y nos convierte en canales de su bendición para otros.
Por eso, te animo a que sigas el ejemplo de esta niña y renuncies a tus caprichos y deseos egoístas. Busca la voluntad de Dios en su Palabra y hazla con todo tu corazón. Verás cómo tu vida cambia para bien y como Dios te bendice más de lo que imaginas.