|
¿HAS PENSADO ALGUNA VEZ EN LO CRUEL QUE FUE LA MUERTE DE Jesús? Existen varias evidencias históricas y arqueológicas que muestran lo que ocurría en el cuerpo de alguien que era crucificado. La ruptura cardíaca, la asfixia y la embolia pulmonar son algunos ejemplos. Sin embargo, como las personas eran crucificadas en diferentes posiciones, la causa de muerte también podía variar.
Un descubrimiento arqueológico nos ayuda a hacernos una idea de la intensidad del dolor sufrido en la cruz. En el osario del joven judío Yehohanan Hagkol se encontró un clavo de hierro de 11.5 cm clavado en el costado de su talón derecho, con la punta doblada, lo que sugiere que durante la inserción se habría topado con un duro nudo de madera u otro clavo dejado por una crucifixión anterior.
Es imposible no imaginar cuánto dolor sentían las personas que eran crucificadas. En este momento, es inevitable que nos venga a la mente la imagen de Jesús en la cruz. Y, aunque es una escena triste, Elena G. de White nos dice que «sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales» (Lee, más en Eventos de los últimos días, cap. 5, p. 58).
Incluso en la cruz, sufriendo un dolor extremo y con el angustioso peso de la culpa por todos nosotros, Cristo clamó: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Él SUFRIÓ TODO ESO POR AMOR. Jesús murió en una cruz para salvar tu vida. Cuando sientas la tentación de pecar, recuerda el amor que Dios te tiene y pídele ayuda para resistir el mal.
Él murió por ti.