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CONTINUANDO CON EL TEMA DE LA INVESTIGACIÓN MENCIONADA ayer, en un segundo momento, se presentó a los participantes una posibilidad de elección diferente: encontrarse con alguien que esté feliz, pero que haya fallado en la prueba, o con alguien que esté triste, pero que haya tenido éxito en la prueba.
Los resultados fueron claros: todos los participantes prefirieron pasar tiempo con el amigo que estaba feliz, aunque hubiera fracasado en la prueba. Los resultados de esta investigación parecen demostrar que pasar tiempo con un amigo feliz se considera la mejor opción para cualquiera de los participantes. Esto se debe a que las personas que son felices son más cooperativas, generosas, y acostumbran a ser más amables y atentas. Vivir con personas así aporta indudables beneficios a todos los que están a su alrededor.
Pero quizás te preguntes: ¿cómo podemos seguir siendo felices en un mundo en el que el sufrimiento está presente en la vida de todos? El versículo de hoy te responde cómo: «Señor, ¡tú me has hecho feliz!», y lo que alegra al salmista son precisamente las obras de las manos de Dios.
A pesar de las dificultades que todos afrontamos, no podemos olvidar las maravillosas obras de Dios en nuestras vidas y en las de quienes nos rodean.
Al buscarlo, podemos sentir verdadera felicidad, no solo al recordar las bendiciones pasadas, sino también por la esperanza de que él seguirá cuidando de nosotros en el futuro.
¿Qué ha hecho Dios por ti? Detente y recuerda alguna esas cosas.
Dios es el único que puede traer renovación y felicidad plena. En los momentos de tristeza, pide ayuda al Dueño de toda alegría. En los momentos felices, no te olvides de ser agradecido/a como el salmista.