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LA TECNOLOGÍA HA TRAÍDO MUCHOS BENEFICIOS, PERO TAMBIÉN ha incrementado algunos problemas. Uno de ellos es el ciberacoso. ¿Sabes qué es el ciberacoso (práctica del acoso en entornos virtuales)? Es difundir rumores, ridiculizar o humillar a una persona por su aspecto, sexo, religión u otra característica.
Por desgracia, las consecuencias del ciberacoso son muy reales. Las investigaciones demuestran que tanto la víctima como el agresor sufren daños psicológicos. Otras consecuencias de este problema son el abandono escolar, el aislamiento social, la depresión e incluso el suicidio. ¡Es algo muy serio!
Cuando Dios le preguntó a Caín dónde estaba su hermano Abel, al que acababa de matar, Caín le respondió irónicamente: «¿Acaso es mi obligación cuidar de él?» . Sí, claro que lo era. Y también nosotros somos responsables de cuidar de nuestros hermanos, no solo de los de sangre. Cristo lo deja muy claro cuando nos pide que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39).
Como responsables de nuestro prójimo, no debemos consentir ningún tipo de violencia, incluido el ciberacoso. Al fin y al cabo, la forma en que reaccionan quienes son testigos del ciberacoso influye poderosamente en el hecho de que este continúe o no. Además de denunciar inmediatamente cualquier tipo de agresión, debemos mostrar desaprobación ante el acto y no compartir el ciberacoso.
Todo lo que hacemos en el mundo virtual repercute en el mundo real. Así que, si alguien que conoces está sufriendo por este problema, no te quedes de brazos cruzados. ¡Haz con los demás lo que te gustaría que hicieran contigo!