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HERMANOS

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«Pues quien no se preocupa de los suyos, y sobre todo de los de su propia familia, ha negado la fe y es peor que los que no creen» (1 Timoteo 5:8).

¿TIENES HERMANOS?

() sí -Como yo.

Entonces conoces las alegrías y las dificultades de compartir esta relación tan importante. Detente por un momento y piensa: ¿has orado por tus hermanos o hermanas? ¿Tienes por costumbre decirles lo importantes que son en tu vida? El desafío de hoy consiste en que les escribas una carta a cada uno de tus hermanos. Resalta en ella tus sentimientos, los momentos especiales que compartieron juntos y tu amor por ellos.

() No

Si eres hijo único, hay amigos más unidos que un hermano. Así que pon la misma dedicación en escribir una carta diciéndole a uno de tus amigos lo importante que es para ti.

Tenemos mucho que aprender de la convivencia con nuestros hermanos (sean de sangre o no) a lo largo de la vida. Para relacionarnos con ellos, necesitamos ejercitar la paciencia, compartir sin egoísmo y cuidar con afecto y cariño. ¡Aprendemos mucho! ¡Y llevamos todo este bagaje con nosotros para toda la vida!

Es muy común que surjan conflictos, sobre todo cuando los hermanos se encuentran en momentos diferentes de la vida; pero, en general, ¡los que más ponen a prueba nuestra paciencia son los que más necesitan de nuestro, amor y tolerancia! Recuerda: la relación entre hermanos es preciosa y nació en el corazón de Dios. Por eso, busca la manera de mantener la paz y lucha por el bienestar de cada uno de los que viven contigo (e incluso de los que viven lejos).

En la Primera Carta a Timoteo, Pablo nos trae una advertencia cuando afirma que quienes no cuidan de su propia familia son peores que los incrédulos. El contundente mensaje revela a quién debemos dedicar en primer lugar nuestros más valiosos cuidados. Ora por tus hermanos y hermanas, y esfuérzate por ser tu mejor versión en esa relación. Créeme, ¡saldrás ganando!

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