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LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS CONMOCIONÓ AL MUNDO Y dejó su huella en la historia. La enfermedad, que infectó y sigue infectando a millones de personas, presenta un síntoma llamativo: la falta de aire.
La dificultad para respirar está causada por una lesión en los alvéolos (pequeños sacos de aire que están dentro de los pulmones). Es en ellos donde se produce el intercambio gaseoso que oxigena la sangre. La inflamación y la acumulación de líquido en el pulmón dificultan la oxigenación de la sangre, lo que puede perjudicar a otros órganos.
Así como la respiración es esencial para la vida, LA ORACIÓN ES PARTE FUNDAMENTAL DE NUESTRA RELACIÓN CON DIOS. Pero, muchas veces, vivimos espiritualmente sofocados. Infectados por el virus del pecado, nos alejamos de Dios. Entonces, la oración se hace cada vez más escasa, breve y mecánica en nuestro día a día.
Pablo nos aconseja que oremos en todo momento, sin importar dónde estemos o el motivo de nuestra oración. ¿Qué tal si escuchas el consejo del apóstol y empiezas a oxigenar tu vida espiritual? Crea el hábito de estar siempre en contacto con Dios, ya sea en la escuela, con los amigos o ante la tentación. No dejes que el virus del pecado te sofoque, sino haz de la oración un hábito constante, profundo y real en tu vida.
«La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual» (La oración, cap. 1, P. 15).