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LA INVESTIGADORA BRENÉ-BROWN HA ESTUDIADO, DURANTE 20 años, sentimientos como la vulnerabilidad (fragilidad, sensibilidad). En una de sus conferencias, afirma que todos tenemos historias de conflicto con personas a las que amamos, y la razón principal por la que esto ocurre es porque no queremos ser vulnerables (frágiles, expuestos, desprotegidos).
Cuántas veces hemos oído, o dicho, frases como «no seré yo quien se disculpe primero», «no puedo decir que no sé» o «fingiré que no me importa». En general, actuamos así por miedo a ser juzgados o a mostrarnos débiles. Sin embargo, las investigaciones de Brené Brown demuestran que las personas que deciden no ser vulnerables también son menos felices.
Cuando fingimos o nos escondemos detrás de la apariencia de que somos fuertes, podemos alejar a las personas de nosotros. Y la verdad, esa es una de las formas más débiles de demostrar fortaleza. Fingiendo valentía, en realidad somos cobardes disfrazados bajo una armadura.
Cuando expresamos nuestros sentimientos con sinceridad, la gente se siente más cómoda en nuestra compañía. NADIE ES PERFECTO. Por eso es importante ser humilde y continuar aprendiendo con Cristo a ser una mejor persona. Después de todo, si no soy tan bueno en algo, reconocerlo es el primer paso para buscar, perfeccionar esa característica, así como orar por la transformación que viene de Dios.
Esta no es una invitación a exponer todos tus defectos, sino a no tener miedo de reconocer tus debilidades. ¿Crees que el apóstol Pablo era un hombre débil? ¡Claro que no! Pero el versículo de hoy revela que su fuerza estaba precisamente en no avergonzarse de sus debilidades. Pablo no temía ser vulnerable porque tenía un Dios en quien apoyarse, ¿y tú?