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Estaban por todas partes. En el sofá de la sala, en el piano, en el baño, en la ducha, en mi colcha nueva y en la mesa de la cocina. Y aún recuerdo lo frustrada y molesta que estaba mi mamá conmigo.
-Pero si solo estaba aprendiendo sobre la naturaleza -le dije lloriqueando a mi mamá.
-La próxima vez, consúltame antes de traer tus experimentos a casa-me dijo en tono severo-. Y ahora, busca una caja, atrapa todas esas crías de mantis religiosa y suéltalas afuera.
Al menos, mi mamá había respondido a una parte de mi enigma: el nombre de aquel insecto. Unos días antes, había encontrado un bulto marrón como de gomaespuma pegado a una ramita en el jardín. Lo desprendí con cuidado, lo traje a casa y lo coloqué en el borde de la ventana de la cocina. Luego... me olvidé de él. Aquel bulto marrón era una cápsula de huevos de una mantis religiosa, y ahora había bebés de mantis por toda la casa.
Después de recoger todas las crías que pude y de sacarlas al exterior, fui en busca de una enciclopedia en nuestra vieja estantería de libros, ya que todavía no existía internet.
Aprendí que las cápsulas de huevos de mantis religiosa pueden contener de cien a trescientas ninfas (crías). Cuando crece completamente, una mantis mide unos diez centímetros. A la gente que tiene jardines les encantan porque se comen a los saltamontes, las moscas domésticas, las avispas, las orugas, las polillas, los escarabajos y las moscas de la fruta. Las mantis también son superfuertes y pueden levantar veinticuatro veces su propio peso.
A lo largo de la historia, la gente se ha sentido fascinada por la mantis. De hecho, una antigua inscripción china que representa a una mantis tiene este texto debajo: «Sé tan valiente como la mantis: no le temas a tu enemigo».
Tú también puedes tener la valentía y la fuerza que provienen de tener esperanza en el Señor.