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Entra a una tienda de mascotas, busca la sección de pájaros y mira los canarios. Son pájaros muy lindos con plumas de color amarillo brillante. Pero, sobre todo, son uno de los pájaros más populares criados en cautiverio, porque emiten unos cantos preciosos. Les encanta cantar.
Pero los hombres que trabajaban en las minas de carbón apreciaban a los canarios por algo más que su canto. Hace años, el carbón era una de las formas más baratas de calentar las casas y las empresas, así como de hacer funcionar las máquinas de vapor de los trenes. El problema es que el carbón se halla a gran profundidad bajo la superficie de la tierra. Los hombres, denominados mineros del carbón, lo extraían de la tierra utilizando herramientas manuales y explosivos. Los derrumbes en esas minas eran temidos y ocurrían a menudo, pero aún más peligroso era el gas metano y el monóxido de carbono que a veces se acumulaban en los pozos de las minas. Esos gases eran asesinos silenciosos. Los mineros no disponían de detectores de gas para bajar a las profundidades de los pozos, pero descubrieron algo que era incluso mejor: los canarios.
Sí, estas aves de color amarillo brillante eran el seguro de vida de los primeros mineros del carbón. Transportados bajo tierra en jaulas, el metabolismo altamente sensible del ave detectaba trazas de gas. Cuando el aire era puro, el canario se posaba erguido en su percha. Sin embargo, cuando aumentaba el monóxido de carbono, el pájaro empezaba a balancearse en la percha. Si el gas venenoso aumentaba demasiado, el canario se caía de la percha, muerto. Si eso ocurría, los mineros se apresuraban a salir de la mina. Pobres pajaritos, daban su vida para mantener a salvo a los mineros.
Para mantenerse a salvo, los mineros mantenían la mirada fija en los canarios. A veces, los niños fijan la mirada en sus compañeros de clase, en las grandes estrellas de la música o en los videojuegos. Pero recuerda que el mejor lugar para fijar nuestra mirada es Jesús. Con él estaremos a salvo.