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Yo, El Rey

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«Pusieron entonces sus capas sobre el burro, y se lo llevaron a Jesús. Y Jesús montó». Marcos 11: 7

¿Alguna vez te has imaginado que eres un rey o una reina? ¿Has imaginado que tu coronación se celebra en un salón inmenso, con una decoración fantástica, y que llevas ropa nueva y preciosa? Por supuesto, las cámaras de televisión están allí. Quizá alquilarías una limusina o pedirías prestado un descapotable elegante para que todo el mundo pudiera verte. Desplegarían la alfombra roja para que caminaras por ella, y todo el mundo te aclamaría y aplaudiría.

Cuando Jesús entró cabalgando en Jerusalén una semana antes de su muerte en la cruz, la mayoría de la gente creía que venía a declararle la guerra al malvado Imperio romano. Esperaban que Jesús entrara cabalgando como un rey o un general. Querían un guerrero y un luchador. Querían que entrara montado en el caballo más rápido del reino. Pensaban que debía llevar un manto real de color púrpura e ir flanqueado por un ejército de soldados mientras los trompeteros anunciaban su llegada.

Pero ¿qué vieron? Vieron a su Salvador avanzar lentamente sobre el lomo de un burrito prestado. ¡Prestado! Jesús ni siquiera podía costearse uno propio. No tenía una silla de montar elegante y llevaba su manto habitual. En lugar de entrar en Jerusalén como un héroe conquistador, cabalgó sobre un burro como señal de que venía en son de paz. Solo Jesús podía traer la paz que el mundo necesitaba.

¡Qué afortunados somos de tener un Salvador que nos está preparando un hogar para siempre en su reino de paz!

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