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Las ovejas son unas de las criaturas más hermosas que Dios creó. Nos proporcionan ropa para abrigarnos, ya que con su lana se pueden hacer telas o tejer suéteres y guantes calientes. Su piel es buena para fabricar zapatos y abrigos. Pero, por muy hermosas y útiles que sean, las ovejas son animales sencillos y, sin alguien que las cuide, pueden tener muchas dificultades.
Las personas que cuidan de las ovejas se llaman pastores. Su trabajo consiste en encontrar pastizales buenos para que coman y protegerlas de los animales salvajes. Es fácil que una oveja que se alimenta tranquilamente, con el hocico pegado al suelo, se aleje del rebaño. Cuando esto ocurre, el pastor utiliza su cayado para guiar a la oveja perdida de vuelta a su lugar. El cayado no es más que un palo largo con una forma curva en un extremo que se ajusta al cuello de la oveja o a su parte central. El pastor también puede utilizar el cayado para ahuyentar a los animales salvajes que se acercan sigilosamente al rebaño. Un buen pastor defiende a sus ovejas de los animales salvajes, pero un mal pastor se asusta y huye a la primera señal de peligro.
Ser pastor no es un trabajo fácil, pues las ovejas no son los animales más inteligentes. Por eso, el pastor debe vigilar siempre que no se alejen.
Muchas veces, en la Biblia, se compara a las personas con ovejas. Tú y yo somos como ovejas, porque a veces nos alejamos de Dios. Como las ovejas, queremos hacer las cosas a nuestra manera. Dios sabe que no somos perfectos, por eso envió a su Hijo Jesús para que fuera nuestro Pastor. Jesús nos ayuda a mantenernos seguros en el camino correcto, lejos de los peligros que nos acechan.