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Un Caballo Testarudo

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«No tengas miedo, pues yo estoy contigo». Isaías 43: 5

Canela era un caballo de carreras. Había sido mimada y montada por jinetes profesionales. Cuando se retiró a la granja de la abuela Loden, probablemente esperaba llevar la vida de ocio que se merecía. Canela vivía muy bien, excepto cuando Clarisa, la nieta de Loden, iba a visitarla.

Canela era muy cuidadosa con su pequeña jinete, aunque Clarisa no la ayudaba mucho. Sus paseos consistían en que Clarisa ensillaba a Canela y cabalgaban hasta el otro lado del pasto. Una vez allí, le hacía dar la vuelta. En ese momento, Canela se arrodillaba y se negaba a levantarse hasta que Clarisa le quitaba la silla del lomo. Era un camino largo de vuelta hasta el granero, llevando la silla de Canela, pero eso no impidió que Clarisa lo siguiera intentando.

Un cálido día de agosto, Clarisa cabalgó a otra parte de la granja donde había un gran canal por el que circulaba el agua de riego. Cuando se acercaron a la zanja, Clarisa le indicó a Canela que diera la vuelta para poder volver a la granja. Como de costumbre, este caballo testarudo se arrodilló en el barro y se negó a moverse. Hasta que Clarisa le quitó la silla se puso de pie. Pero esta vez, en lugar de caminar lentamente de regreso a la granja, chilló, se levantó sobre sus dos patas traseras y dio una patada al aire. Entonces Clarisa vio que tenía una serpiente venenosa enroscada en su pierna y lista para atacarla.

Canela fue galopando hacia la serpiente, se dio la vuelta y con las patas traseras golpeó a la serpiente hacia el canal. Ese día, la caminata de vuelta a la granja cargando la silla de montar no resultó tan difícil, ya que Canela le había salvado de aquella serpiente.

Dios usa muchas maneras para rescatarnos de situaciones que son demasiado difíciles para nosotros. Puede ser un caballo, un ángel, un familiar o incluso un extraño. Él siempre está con nosotros.

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