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En tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios mataba a los corderos y los ofrecía como sacrificios a Dios. Aunque esto ahora nos parezca horrible, esto hacía que el pueblo recordara que el pecado requería un sacrificio vivo. Se mataba un cordero inocente como sustituto de Jesús, para recordarle a la gente que Jesús algún día sería sacrificado en una cruz para salvarnos del pecado. Este sacrificio formaba parte de la vida de los niños de aquella época. Así que cuando Abraham, el padre de Isaac, le dijo que irían a una montaña para hacer un sacrificio especial, Isaac estaba listo para ir.
Lo prepararon todo: ropa, comida y agua para el viaje, y también ataron leña para el fuego. Los sirvientes y un burro acompañaron al padre y al hijo a la montaña. Pero lo que Isaac no sabía era que Dios le había dicho a su padre que lo sacrificara a él en lugar de un cordero o un carnero.
Si recuerdas la historia de Abraham y Sara, ellos estuvieron esperando mucho tiempo para tener a su único hijo. Y Jesús les había prometido que tendrían tantos hijos, o descendientes, como estrellas hubiera en el cielo. Abraham debió preguntarse por qué Dios les iba a quitar a su único hijo, pero aun así obedeció.
En el altar de la montaña, Abraham colocó la leña. Fue entonces cuando Isaac preguntó por el cordero y descubrió que él era el cordero. Seguro que sintió miedo, pero Isaac dejó que su padre Abraham lo atara sobre el altar en el lugar del cordero. A Abraham se le partía el corazón, pero levantó el cuchillo en alto. En el último momento, un ángel lo detuvo, y les proporcionó un carnero para realizar el sacrificio.
Debido a que Abraham e Isaac comprendieron el plan de Dios, estuvieron dispuestos a obedecer incluso una tarea tan difícil como esa. Jesús nunca te pedirá que hagas un sacrificio como este, pero puede que te pida que hagas algo que no quieres hacer. Si eso sucede, ora para confiar en él tanto como lo hicieron Abraham e Isaac.