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Es posible que pienses que los pañales malolientes de un bebé son el peor olor del mundo, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que el olor más repugnante del mundo es el de una fruta verde espinosa llamada durián, típica del sudeste de Asia.
Yo estaba en un viaje misionero en Malasia cuando olí por primera vez su terrible olor. Cuando pasé por un mercado al aire libre, en un lateral de la calle, vi un puesto de fruta en el que los vendedores utilizaban cuchillos enormes para abrir y vender una fruta de aspecto extraño.
¡Olía fatal!
Entonces, alguien me ofreció un trozo de durián y tuve que armarme de valor para probarlo. ¿Cómo podía saber bien algo que olía tan mal?
Me preparé para probar la fruta y me tapé la nariz para darle un mordisco. Me sorprendí. El durián no sabía tan mal como esperaba (de hecho, a mucha gente le encanta).
No somos las únicas creaciones que Dios hizo con sentido del olfato. Quizá te sorprenda, pero el salmón tiene un gran sentido del olfato. El salmón pasa su vida adulta en el océano, y al final de su vida regresa al mismo río donde nació y es allí donde pone o fecunda sus huevos.
¿Cómo saben cómo volver a casa? Pueden olerlo. El olor de su destino es la brújula que dirige al salmón de vuelta a su lugar de nacimiento. Pueden pasar semanas y a veces meses en el viaje de vuelta a casa, y nunca se alejan del olor que le indica que está en el camino correcto.
Muchos cristianos han escrito sobre nuestro viaje al cielo. Algunos dicen que podremos ver la gloriosa luz del cielo desde muy lejos. Otros hablan de los sonidos del coro celestial que podremos oír. Pero yo me pregunto, ¿tendrá el cielo un olor maravilloso? Creo que tendrá un olor glorioso que nos atraerá como una brújula hacia nuestro hogar celestial.
Joelle.