«Dios hizo estos animales y vio que todo estaba bien». Génesis 1: 25
Lee las siguientes pistas sobre un animal muy especial y averigua de cuál se trata...
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Yo hiberno en invierno, es decir, las funciones de mi cuerpo se vuelven tan lentas que mi corazón apenas late y casi ni respiro.
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Algunos de mis alimentos favoritos son los gusanos, las babosas, las setas y el melón. ¡Mmm, qué rico!
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No tengo dientes, pero puedo cortar mi comida gracias a que tengo una fuerte mandíbula con pequeños cuernos.
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Mis ojos son rojos.
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Como todos los animales, tengo mi propio olor, pero es tan suave que la mayoría de los humanos no pueden olerme. Sin embargo, los perros y los zorros sí pueden, y para ellos huelo como un pájaro salvaje, como un faisán o una codorniz.
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Mi mayor protección es mi duro caparazón. Cuando se acerca el peligro, meto rápidamente las patas y la cabeza, y casi siempre estoy a salvo.
Respuesta: Soy una tortuga de caja. Dios me dio un caparazón muy duro para protegerme. A la mínima señal de peligro, dejo de hacer lo que esté haciendo y meto la cabeza, las patas y la cola dentro. No importa cuál sea el animal que quiera comerme, no pueden hacerme nada gracias a mi caparazón.
Dios ha prometido estar siempre con los que creen en él. A la primera señal de peligro en sus vidas, los niños deberían aprender una lección de esta tortuga. Deja de hacer lo que estés haciendo y pide a Jesús que esté contigo. Sus brazos te darán aún más protección que la del caparazón de la tortuga de caja.
Vicki.