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Hace más de doscientos años, el presidente Thomas Jefferson encargó a dos hombres, Meriwether Lewis y William Clark, que encontraran una ruta fluvial a través de Norteamérica. Su expedición consistía en personas, barcos y un montón de provisiones.
Uno de los miembros más preciados del equipo era Seaman, el perro de raza terranova que Lewis compró para que lo acompañara en el viaje. Al principio de la expedición, Seaman cazaba ardillas y gansos para alimentarse. Se defendió con éxito de un lobo y fue mordido gravemente por un castor que después saltó al agua para evitar ser mordido por el perro. Más tarde, en la región del río Yellowstone, Seaman ahuyentó a osos pardos del campamento, y se enfrentó a un búfalo que cruzó a nado el río Misuri y entró en su campamento. Durante toda la expedición, Seaman montó en botes y rastreó por tierra. Mató serpientes y excavó en agujeros para agarrar lo que vivía allí. Finalmente, el 6 de enero de 1806, llegó con su amo a la costa del Pacífico.
En el viaje de regreso, Seaman siguió desempeñando sus tareas. El 23 de septiembre de 1806, saltó a tierra en San Luis, junto con Lewis, Clark y el resto de la tripulación. El perro había completado un viaje que algunos historiadores consideran la expedición más exitosa de la historia.
Por supuesto, Seaman no entendía nada de esto. Solo sabía que él y su amo estaban de nuevo en casa.
Cuando lleguemos al cielo tendremos una historia asombrosa que contar sobre nuestro viaje aquí en la tierra. Pero lo mejor es que estaremos en casa con Jesús para siempre.