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Es divertido ser el mejor en algo. Qué orgulloso te sientes cuando sacas la nota más alta de tu clase, o te llevas a casa un trofeo por ganar un partido o por ser el que mejor deletrea.
Me costó aprender que siempre habrá alguien más listo que yo, alguien más guapo y alguien que puede hacer más cosas que yo. Y pronto descubrí que era más feliz cuando dejaba de intentar ser la mejor del mundo en todo. En lugar de eso, necesitaba ser lo mejor que podía ser con los talentos que Jesús me había dado.
Hay un animal que creo que gana el premio al animal con la mejor protección. La mofeta rayada norteamericana puede realmente apestar un lugar, después de todo su nombre en latín significa «mal olor». Cuando se asusta o se ve acorralada por un depredador, como un halcón o un gato montés, la mofeta se da la vuelta, levanta la cola, aprieta unos músculos poderosos y expulsa unas sustancias químicas apestosas.
La mofeta, que dispara con agudeza, puede rociar con esta sustancia maloliente hasta a casi 4 metros de distancia. Al único animal al que no parece importarle este horrible olor es al búho cornudo al que le gusta cazar y comer mofetas. El búho y su nido también son bastante apestosos, así que supongo que ni siquiera se da cuenta.
La mofeta sabe que no debe intentar ser la mejor corriendo, trepando o volando. En cambio, este animal de rayas blancas y negras es feliz teniendo la mejor protección: su mal olor.
Estoy pensando en un premio que nos espera a todos, y no hace falta ser el mejor para conseguirlo. Para ganar este premio solo tienes que ser la mejor persona que puedas ser con la ayuda de Jesús.