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Había una yegua llamada Gertie que vivía en una granja con un huerto rodeado por una valla. Le gustaba corretear por el borde del huerto, resoplando al aire. En verano se comía las manzanas que caían de los árboles y algunas que aún estaban en el árbol. El granjero, que era su dueño, no tenía otros caballos, así que Gertie tenía el lugar para ella sola. Pero no se sentía sola, porque tenía una amiga que venía a hacerle compañía siempre y aunque esta amiga era mucho más pequeña que Gertie, la seguía por todo el huerto. Además, no paraba de hablar, así que siempre estaba entretenida. ¿Adivinas cuál era su amiga? Una gallina.
Todos los días, esta gallina iba del granero al huerto y se agachaba para pasar bajo la valla. Gertie relinchaba a modo de saludo y la gallina frotaba sus patitas. Mientras la yegua pastaba, la gallina se paseaba a su alrededor y entre sus pezuñas en busca de insectos para comer. Un paso de las grandes pezuñas de Gertie podría haber dañado a la gallinita, pero la yegua era muy cuidadosa y siempre caminaba despacio cuando la gallina estaba cerca. Todos los que las miraban, podían ver lo mucho que se cuidaban.
Gertie miraba bien dónde pisaba con sus enormes patas para no hacerle daño a su amiga.
Las palabras también pueden hacer mucho daño si no las controlamos. Ten cuidado de decir solo cosas amables, para no herir los sentimientos de tus amigos. Si tus palabras parecen meterte en problemas, pídele a Jesús que te ayude a pensar antes de hablar y él lo hará.
Julie.