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Babosas

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«Que se deshagan [mis enemigos], como el caracol en su baba». Salmo 58: 8

El rey David estaba muy enfadado. Quería que sus enemigos dejaran de molestarlo y que desaparecieran. Estaba tan enfadado que intentó pensar en un mal nombre para llamarlos, y los llamó babosas. David sabía que no estaba bien insultar a nadie, por muy malo que fuera. Pero lo bueno de David era que cuando cometía un error, lo reconocía y pedía perdón.

¿Pero por qué pensaba David que llamar babosa a alguien era malo? Las babosas existen desde hace mucho tiempo, y parece que nunca han gustado a la gente. Probablemente, hayas visto babosas en tu jardín o, al menos, hayas visto la línea brillante de baba que dejan al cruzar una acera.

Las babosas (y sus parientes, los caracoles) se arrastran sobre un «pie» musculoso. Si observas cómo se mueven, una onda muscular ondula a lo largo de su cuerpo, empujando a la babosa o al caracol hacia delante, dejando un rastro de baba. La baba ayuda a allanar su camino y también actúa como pegamento, ayudando a las babosas a trepar por las cosas.

Pero lo que no me gusta de las babosas es que les encanta comerse las flores y las verduras de mi jardín. Cuando descubres que falta parte de tu lechuga o que se han comido la parte superior de tus petunias, la baba brillante es una forma segura de saber quién es el culpable.

Lo admito, a mí no me gustan las babosas. De otras criaturas de las que he aprendido cosas, puedo encontrar al menos una buena razón por la que forman parte de mi mundo, pero no he sido capaz de averiguar qué bien hace la humilde babosa. Sigo buscando la respuesta, aunque quizá tenga que esperar hasta llegar al cielo. Esta es solo una de las muchas preguntas que pienso hacerle a Jesús. Seguro que tú también tienes preparadas muchas preguntas para Jesús. Si no es así, comienza a hacer la lista.

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