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Me encanta viajar. Hice mi primer viaje fuera de Estados Unidos durante mi último año de instituto me encantó tanto que desde entonces he viajado tan a menudo como he podido. Visité Tailandia y Malasia cuando estaba en la universidad y luego pasé un año como estudiante misionera en China. Una vez me pasé un año entero viajando por todo el mundo y, ¡fue maravilloso!
El pavo salvaje de Norteamérica también viaja mucho. En 1519, los exploradores españoles que viajaron a Norteamérica se llevaron de vuelta a casa algunos pavos salvajes para ver si podían vivir allí. Así que pronto los pavos empezaron a vivir y crecer por toda Europa. Con el tiempo, los pavos salvajes llegaron a Inglaterra y, casi cien años después, los ingleses trajeron algunos de sus parientes a América para alimentar a los primeros colonos. Así que, al final, los pavos salvajes volvieron al mismo lugar del que salieron.
Imaginate la sorpresa que se llevarían aquellos primeros colonos al llegar al Nuevo Mundo con pavos en sus barcos y encontrarse con que ya había pavos salvajes merodeando por su nuevo asentamiento.
Al viajar, descubrí que un trocito de mi hogar me acompaña allá donde voy. Si vas a visitar a tus abuelos o pasas una semana en un campamento de verano, llevas tu hogar en el corazón. De igual manera, como Jesús vive en nuestros corazones, no importa en qué parte del mundo estemos, siempre sabemos que él está con nosotros.
Joelle.